sábado, 28 de enero de 2012

MUSCARI “Vidas privadas”. La obra de Noel Coward, en versión de Muscari, aparece un poco contenida. 28.01.2012 | Por Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

“Vidas privadas”. La obra de Noel Coward, en versión de Muscari, aparece un poco contenida.


28.01.2012 | Por Hernán Firpo hfirpo@clarin.com
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teatro Noel Coward Miguel Angel Rodríguez Georgina Barbarossa
Amanda (Georgina Barbarossa) y Fabio (Miguel Angel Rodríguez) están separados. La obra empieza cuando los dos deciden rehacer sus vidas casándose con personas más jóvenes. Amanda, con Guido (Christian Sancho), y Fabio con Leticia (María Fernanda Callejón). En la luna de miel se dará una descomunal coincidencia: las parejas se hospedarán en el mismo hotel y obviamente el futuro estará a los tumbos.

Esta versión de Vidas privadas , clásico de Noel Coward -autor que actualmente tiene dos obras en cartel- llegó a manos de José María Muscari, quien después de leer el libro se preguntó: “¿Cómo hago esto? La única forma es siéndome fiel a mí mismo. Mi único tesoro”.

Sin embargo, la intensidad de Muscari aparece un poco contenida en esta adaptación donde Georgina Barbarossa, en cambio, saca chapa de comediante ilustre. El problema quizás no sea tanto de José María. Ocurre que Coward era una prolífica celebridad de la comedia, pero de la comedia de hace casi cien años, y Vidas privadas , su obra más encumbrada, es el retrato de una sociedad ancestral que, para peor, Coward cuestiona hasta ahí.

En esta pieza, el inglés tuvo más capacidad de provocar que de transgredir, y eso es lo que diferencia al teatro comercial de las vanguardias.

Vidas privadas tira de la cuerda manteniendo el statuo quo y Muscari, un autor capaz de hacer tragicomedias como Escoria , aquí es un varón domado, lacio, que susurra su propia voz tímidamente en alguna interpelación al público o en los momentos de falso musical glamoroso. Se lo nota demasiado respetuoso con los gajes de un amor y una “locura” que, lejos de producir acontecimiento, como le gustaría a José María, remeda los mejores momentos de Matrimonios y algo más . Dejando de lado esto, y viéndola con ojos estivales, se trata de una comedia simpática y de probada universalidad (la obra nunca dejó de hacerse desde su estreno en 1930).

La puesta simétrica con dos habitaciones de hotel iguales promueve un juego de espejos que no distorsiona nunca. La obra avanza por duplicado. Una pareja discute, la otra discute; se besan en un cuarto, se besan en el otro; la Callejón muestra una lola y Barbarossa... Barbarossa no, ella sugiere con ese cuerpazo que debe envidiarle Carmen Barbieri.

Sin ser Emilio Disi, Rodríguez demuestra que parecerse a sí mismo, aún en bata de seda, genera mucha empatía. Y a la Callejón se la ve muy segura con su paso firme de comediante curvilínea (que no es lo mismo que tener curvas y actuar). Pero el caso más llamativo es el de Sancho. Pese a mostrar sus abdominales, procura una actuación que destaca a fuerza de expresividad. Cuando el entumecimiento estomacal se traslada al gesto, exacerba la interpretación -la risa, la bronca, el deseo y hasta el despecho- devolviéndonos los sentimientos con una franqueza inequívoca, como si él fuera el más perfecto de los muñecos.CLARIN

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