jueves, 1 de septiembre de 2011

TRISTAN E ISOLDA

Tristán e Isolda, imperdible
27.08.11
El Teatro Argentino de La Plata ofrece por primera vez en sus casi 121 años una ópera de Richard Wagner en idioma original.

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La puesta de "Tristán e Isolda", con la regié de Marcelo Lombardero y la dirección musical de Alejo Pérez, continuará con nuevas funciones el sábado y domingo desde las 17
El esplendor wagneriano alcanzado a partir de la exacerbación de las secuencias armónicas se apropió del Teatro Argentino de La Plata, que presentó anoche otra función de la ópera "Tristán e Isolda", título que inauguró una nueva dimensión de objetivos en el programa lírico del coliseo bonaerense.

Acaso por encima de los méritos orquestales y escenográficos, "Tristán e Isolda" configura un peldaño histórico para el Argentino de La Plata, que ofrece por primera vez en sus casi 121 años una ópera de Richard Wagner en idioma original.

El único y lejano antecedente -que no es equivalente- había sido la puesta "Lohengrin", en 1952, en italiano, un lenguaje más acomodado a la tradición lírica del Teatro Argentino.

De todos modos, esta puesta de "Tristán e Isolda", con la regié de Marcelo Lombardero y la dirección musical de Alejo Pérez, y que continuará con nuevas funciones el sábado y domingo desde las 17, no necesitaba de elementos contextuales para enfatizar su valor.

Porque en este caso una escenografía montada sobre las nuevas tecnologías -sin elementos corpóreos- pero al mismo tiempo dentro de la estética tradicional, se amoldó en forma perfecta con la audacia musical de la obra maestra de Wagner.

La orquestación, con el influjo de Alejo Pérez, se expresó en plenitud para alcanzar una intensidad musical difícil de percibir en otra ópera. Ni en aquellas de la misma prosapia, ni en las que pertenecen a otras corrientes estéticas.

Wagner articuló la partitura de "Tristán e Isolda" en derredor de un vigoroso y riesgoso juego de relaciones armónicas internas, con secuencias de tensiones crecientes, inestables, que demoran en reposar.

En esa apuesta, la ópera transita con aires de vanguardia los contornos de la música tonal -sin evadirse de ella- aunque, en su tercer y último acto, su estructura le hace un guiño a los modelos operísticos del clasicismo.

Esa singularidad -sumada a la extensión- convierte a "Tristán e Isolda" en una ópera muy difícil de sostener para los solistas, una vara exigente que, sin embargo, permitió el lucimiento del tenor ruso Leonid Zakhozhaev (Tristán), el barítono argentino Hernán Iturralde (Rey Marke de Cornualles) y, algo por debajo, la soprano alemana Katja Beer (Isolda).

En el preludio de la ópera, donde aparece el célebre acorde Tristán, que impone una tensión disonante (tónica, cuarta aumentada, sexta aumentada, novena aumentada), la orquesta encontró la seguridad que le faltó -y había sido acaso el único déficit- en la función del estreno.

El primer acto, donde se tienden los lazos argumentales de la relación entre el orgullo del héroe (Tristán) y el amor de la prometida del Rey (Isolda), relucen los diálogos entre la protagonista (Beer) y su confidente (Adriana Mastrángelo).

Los crescendos de ese segmento languidecen en la atmósfera, más lenta, pero igualmente densa, del segundo acto, donde se consuma el amor entre los protagonistas en el marco de una puesta que, por momentos, pierde dinamismo.

El desenlace del pasaje declamativo conocido como "El himno de la noche" constituyó uno de los momentos imponentes de la noche que, luego, en el tercer acto, tendría su complemento con el cierre del ciclo argumental.

En esa última sección, en pronunciado contraste con el tono predominante en el discurso musical, la ópera se evanesce bajo una atmósfera tenue que, sin embargo, consigue el mismo efecto persuasivo.


Tristán e Isolda - Teatro Argentino de La Plata - Wagner - Marcelo Lombardero - Alejo Pérez

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