domingo, 25 de septiembre de 2011

París es una fiesta Argentinos ovacionados. El elenco y el director de la obra “Los hijos se han dormido” se lucieron en la capital francesa. 24.09.

París es una fiesta
Argentinos ovacionados. El elenco y el director de la obra “Los hijos se han dormido” se lucieron en la capital francesa.

24.09.2011 | Por Eduardo Slusarczuk eslusarczuk@clarin.com Podria interesarte
teatro Daniel Veronese El comienzo del otoño parece ser un motivo de festejo en París. O, al menos, en los alrededores de la Plaza de la Bastilla. A unos 400 metros de allí, donde la modernidad del edificio de la Opera contrasta con la bohemia de los cafés que desbordan parroquianos, Daniel Veronese hace tiempo frente al Teatro de la Bastilla, junto a su compañero de ruta Sebastián Blutrach.

Los afiches anuncian un nuevo desembarco del teatro argentino en la capital francesa, con la puesta de “ Les enfants se sont endormis , d’après La Mouette d’Anton Tchekhov”. Es decir, Los hijos se han dormido , basada en La gaviota , de Antón Chejov. La obra del director argentino Veronese se presenta en el marco del Tándem París—Buenos Aires, emprendimiento conjunto del ministerio de Cultura porteño y su par de París y el Instituto Francés, y dentro de la programación del Festival de Otoño local. Y compite con una versión original de la obra, que se da en el Théâtre Espace Marais.

“Creo que llama la atención el trabajo de los actores”, aventura Veronese antes de meterse en la parte de camarines, donde está el elenco formado por Roly Serrano, Claudio Da Passano, María Onetto, Fernán Mirás y Carlos Portaluppi, entre otros. “La primera vez que estuvimos aquí fue en 1998. Luego -recuerda- tardamos unos diez años en regresar”. A Veronese no deja de sorprenderle la recepción que tienen las propuestas llegadas desde la Argentina. E insiste con el trabajo de los actores, “teniendo en cuenta que en el subtitulado se abrevia texto, a fin de que mantenga la dinámica de las acciones”. Eso, en el universo teatral de Veronese significa un ejercicio permanente, a partir de la vorágine que suele imprimir a buena parte de las escenas, con una superposición de diálogos que entorpece aún más su traducción en tiempo real. Pero el elenco transita el texto con la misma intensidad que en el Teatro San Martín, frente a una platea colmada que aplaude durante varios minutos, y obliga a los actores a salir a saludar una y otra vez.
CLARIN

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